Podría contaros que a 1 de diciembre, la luz aparece débilmente a las 9.30am y se va a las 3.30pm, que al sol no lo veo casi nada porque las nubes lo tapan o este es muy tímido y no sube apenas del horizonte que tapan los árboles.

Podría deciros que llevo con guantes, bufanda, abrigo y gorro desde septiembre y que probablemente no me los quite hasta abril. Si, hace frío, llueve, es oscuro, hay agua nieve…

Podría soñar con unos chipirones a la plancha o unos garbanzos de mi madre o que pudiera ver todos los días a mi mami y a mi papi sería un lujo, pero no, estoy aquí, a 200km del círculo polar ártico, y a 4735 km de casa, pero no me quejo.

¿De qué valdría quejarse, añorar y pensar en cosas «inalcanzables»?

¿Porqué frustrarse y no disfrutar y buscar lo positivo de donde estás?

Aunque haga frío y esté oscuro, soy feliz, porque estoy rodeada de gente genial, porque estoy estudiando algo que me interesa y me motiva cada día en seguir profundizando y aprendiendo, porque estoy con alguien especial, porque tengo una familia «postiza» con la que puedo contar, con unas niñas que me traen la alegría a casa, por la nieve que hubo y vendrá, por la seguridad, por el no-estrés que se respira, por el aire puro que si respiro, por lo nuevo que aun me queda por descubrir, porque aunque no haya chipirones, aquí hay bayas del bosque, pan de centeno y tartas de arándanos.

Si vine aquí es por algo, no para quejarme y buscar lo negativo del lugar, vine para disfrutar, aprender, conocer, crecer más como persona y profesionalmente.

Algo que aprendí es vivir el presente, si no te gusta tu presente, trata de cambiarlo de manera realista.